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El baile: mi compañero de vida eterno…el más leal y auténtico


Hoy, después de mucha reflexión interna, me atreví por fin a escribir en el blog de Ladies Latinas y espero que este mensaje permita entender un poco mejor el poder del arte y - para mí - del baile.

Pues, bien, empecemos por el inicio. Mi nombre es Ximena Lizarzaburu, soy franco-peruana, nací y viví en una de las ciudades más bellas y cosmopolitas del mundo: París… Hace dos años y medio, me mudé a mi queridísima Lima Limón con mi familia y ya van más de dos años que formo parte de la gran familia de Ladies Latinas.

¿Cómo empezó mi historia de amor con el baile? Empecé pequeñita con mi hermana a bailar danzas folclóricas de América Latina. Mi mamá trabajaba mucho en esta época y los miércoles (que no hay colegio en Francia) nos dejaba en la guardería de su trabajo, donde tuve la oportunidad de conocer personas muy hermosas de muchos países como Honduras, Panamá, Venezuela y Colombia que animaban talleres de folklor. Fue ahí que empecé a bailar en pareja y descubrí el baile.

A los ocho años, mi mamá decidió meterme al ballet; en esa época era gordita y una de sus amigas le había recomendado meterme a clases de ballet para adelgazar y estilizarme. Fue entonces que empezó mi aventura con la gran profesora Mademoiselle Guy (porque en el ballet, aunque tengas 90 años, siempre eres señorita -mademoiselle- y no señora -madame), una ex bailarina estrella de la Ópera de París, casada con un bailarín ruso que tenía una pequeña academia de baile por mi casa. Esta etapa marcó un antes y un después en mi vida.

Recuerdo mi primer día en clase, y no fue un bonito recuerdo. Yo tenía un nombre raro: Ximena (que en francés se dice Chimene) y tenía rasgos y un cuerpo muy diferente a las demás. Creo que era la única, con mi hermana, niñas latinas; todas eran francesitas rubias de ojos azules con piernas delgadísimas. Yo sentía todas las miradas sobre mí y me sentía super acomplejada desde mi nombre hasta mi pierna, mi cabello y mi dedo meñique. Felizmente, iba de la mano con mi hermana menor, a la que nunca le importó mucho lo que piense la gente, y siempre tuvo un carácter muy fuerte; así que ella sacaba cara por las dos y a mí me daba fuerzas para no sentirme ridícula.

Ahí descubrí otro mundo: el ballet. Me encantó, me fascinaba, y descubrí de mí que Dios me había dado un pequeño gran regalo: pies de bailarinas. Era de las chicas que tenía el empeine natural más bonito. Mademoiselle Guy se dio cuenta de eso apenas llegué y, al año, subí de nivel y empecé a bailar en puntas. Tengo grandes recuerdos: desde aprender a coser y teñir tus zapatos, los ensayos para los shows de fines de año y el famoso día en que alcancé el nivel para subirme al escenario y bailar mi solo con las música que tú elegías. Gracias a los solos que bailé, aprendí el trabajo coreográfico y, sobre todo, aprendí a escribir una coreografía en papel con los diez mil términos técnicos del ballet jaja. Empecé a descubrir otra Xime…

También empecé a soñar con ser bailarina; pero el mundo del ballet es muy cruel, sobre todo en un país que es la cuna del ballet y donde hay paradigmas tan fuertes sobre el cuerpo del bailarín, y los rasgos que tiene que tener. Yo escuchaba a mi profesora hablando de otras alumnas de manera despectiva y sentía que era iluso soñar con ser bailarina algún día, pues no era flaca (aunque ya estaba mucho más delgada). Seguía teniendo las piernas fuertes y grandes, que heredé de mi abuela charapa, y no encajaba con todas esas adolescentes esqueléticas de ballet…Y me sentía menos…Sin saberlo, ya me estaba condenando a los 14 años.


Pero como soy muy soñadora y luchadora, tampoco me di por vencida. Salí de la academia y me fui a la Escuela Nacional de Danzas que quedaba al otro lado de París, en una zona un poco fea. Ahí empezó la tercera etapa de mi vida de bailarina, donde tuve la oportunidad de tener grandes maestros de ballet y de jazz, volví a aprender los fundamentos del ballet y, sobre todo, a encontrar un espacio fuera de tantos paradigmas y prejuicios. En ese espacio, promovían las clases experimentales, ya que muchos bailarines de la ópera que querían ser profesores se capacitaban en la escuela y nosotros éramos sus pequeñas ratas de laboratorio. Recuerdo que, en ese lugar, por primera vez en mi vida, me enseñaron a freestylear en jazz y fue una sensación nueva y hermosa. Creo que no tenía consciencia que esa sensación se llama CONECTARTE CON TU YO INTERIOR.

Bueno, para ese entonces, ya tenía 15 años y, después de tantos años de clásico, estaba aburrida y quería experimentar otros bailes. Empecé a bailar salsa y bailes urbanos. Una de mis mejores amigas era colombiana-venezolana, a su mamá le encantaba bailar y siempre nos llevaba con ellas a fiestas latinas donde se bailaba salsa colombiana y ahí me enamoré de la música y de la salsa colombiana. Como era muy curiosa, empecé a incursionar en otros bailes, y uno de ellos fue ragga dancehall (baile jamaiquino con el toque francés de lo urbano). Fue otro mundo, obviamente, donde todos éramos blancos, negros, árabes, latinos, gordos, flacos, pequeños grandes, con una energía desbordante y donde tu baile no tenía límites. Yo era feliz, porque por fin sentía que mis raíces latinas eran un plus y la diversidad cultural era considerada como algo bonito y enriquecedor que aportaba más al baile.


MI PRIMERA LECCIÓN

Fue ahí donde el baile me enseñó una gran lección que sólo verdaderos maestros del baile te pueden dar. Toda mi vida viví con ese sentimiento de no ser ni de acá ni de allá: para los franceses, no era completamente francesa, ya que mi familia era peruana y obviamente mis rasgos eran muy diferentes a una francesa - más allá del hecho de que el primer idioma que hablé fue el español - pero para los peruanos tampoco era peruana, porque obviamente había nacido en París y recibido una educación francesa en el colegio y entorno de amistades. Entonces ¿Qué demonios era yo??? Súmale que a la gente, cuando le dices que vienes de Francia, piensa que eres una pituca con plata - cuando yo viví en un barrio de inmigrantes - donde todos éramos hijos franceses de padres africanos, árabes, chinos, latinos y donde tuve la dicha que mi segunda mamá era Tunecina y musulmana practicante.

La gente intenta siempre etiquetarte y encasillarte, y era algo que me desesperaba y me confundía cada vez más, al punto de no saber qué era y no era. En francés, hay una expresión que me encanta y dice esto “Avoir le cul entre deux chaises”; es decir, “tener el poto [no traduciré el término exacto, ya que es un poco grosero] entre dos sillas”. Eso sentía yo: que siempre estaría sentada entre dos sillas o, mejor dicho, entre dos continentes o dos países. Pues, bien, la primera lección que me dio el baile es que no importa de dónde eres, cuál es tu apellido, si hablas chino o quechua, o si eres grande o pequeña. Lo único que habla es tu cuerpo, tu movimiento y tu esencia. Yo busqué toda mi vida un sentido a mis antepasados, a mi historia familiar y personal, y el baile me permitió encontrar mi esencia y dejar de lado esos paradigmas y etiquetas.

MI SEGUNDA LECCIÓN

Pasaron los años y, a pesar de que mi sueño de ser bailarina algún día seguía ahí, dentro de mí, pasó lo que siempre pasa: me dediqué a mis estudios y a trabajar al mil por ciento. Por el día, iba a la universidad, donde estudié economía, y en las tardes noches cuidaba niños de mi barrio para tener mis pequeños ingresos. Eso no me dejó mucho tiempo para bailar, aunque trataba de nunca dejarlo por completo. Pasaron 5 años, terminé mi licenciatura y mi maestría en economía del desarrollo y al acabar mi carrera pensé “¿Y ahora qué? Ya hice todo lo que la sociedad y tus papás te enseñan que es el camino correcto y, ahora, ¿Qué hago con mi vida?”… Por suerte, había elegido una carrera con vocación social, porque lo que quería era ayudar a las personas más vulnerables a salir de la pobreza, pero faltaba una parte de mí muy importante y me sentía vacía por dentro. Esa parte era el ARTE, era el BAILE…

Para esa época, tenía 25 años y me sentía incompleta; no encontraba la gasolina que me permitiera encender el motor. Odiaba el trabajo de oficina, la rutina de todos los días y miraba a la ventana pensando “he hecho todo lo que mis papás me han enseñado que era lo correcto y ¿por qué me siento tan infeliz?”. Entonces tomé la gran decisión de mudarme a Lima y hacer todo lo que siempre había soñado; es decir, trabajar con mujeres vulnerables y volver al baile con todo.

A la semana que llegué a Lima, me inscribí a D1, pues me habían hablado mucho de esta escuela y de su filosofía, y presentía que ese era el lugar donde podía reanudar con mi yo artístico. Poco a poco, me fui metiendo a más clases y, al mes, me metí a mi primer taller de Ladies Latinas y ahí empezó a hacerse realidad el sueño…

Descubrí la salsa on 1 y on 2 y sobre todo descubrí como el baile es una herramienta de transformación personal y social cuando es llevado de la mano por grandes personas y bailarines. Yo no era capaz de verme bailar en un espejo hace dos años y medio sin dejar de pensar cosas negativas de mí que me impedían conectarme conmigo misma, como todas las cosas que había escuchado desde pequeña hasta las que seguía escuchando en ese momento: “Qué mal te ves, ¿por qué viniste a Perú si eres de París?, acá no hay muchas oportunidades ahora para gente como tú” - Algo así pasaba por mi cabeza - Me había mandado a otro país a empezar todo de nuevo con mi familia, pero sin chamba, sin amigos, ni algo claro en mente. Lo único claro leal y auténtico que me acompañó durante todo ese arduo proceso de adaptación y búsqueda de mi YO VERDADERO fue el BAILE.


MI TERCERA LECCIÓN

En Lima, me costaba mucho entender la sociedad y el tema de pertenencias a razas y clases sociales, porque en mi otra realidad las diferencias no estaban tan marcadas y que yo estaba acostumbrada a estar rodeada de gente tan diferente étnicamente y socialmente. Poco a poco, me di cuenta que el único lugar donde no encontraba eso era el BAILE.

​Cuando salió el casting para el grupo amateur de Ladies Latinas, lo dudé mucho pero luego pensé que si no lo hacía lo iba lamentar siempre y meses antes un acontecimiento muy fuerte ocurrió en mi vida personal que cambio mi perspectiva de la vida. El lugar donde había crecido junto a personas tan bellas y diferentes fue atacado por terroristas extremistas y, en uno de los lugares atacados, se encontraban dos de mis hermanitas adoptivas quienes -por milagro de la vida - fueron de las pocas que sobrevivieron ese día, después de un largo periodo en el hospital. Ellas fueron un gran ejemplo para mí, porque nunca cayeron en el drama o lo patético de este acontecimiento. Al contrario, les dio más garras para seguir con la misma alegría y fuerzas en sus vidas. Ellas también me dieron un gran ejemplo en esa época y, siempre que dudaba en hacer algo retador, pensaba que yo no podía quedarme atrás cuando ellas seguían luchando por sus vidas!! Así fue como me atreví a presentarme a la audición y empezó la aventura del mundial. Hasta el día de hoy, cuando piso un escenario, pienso en ustedes chicas.


PARA TERMINAR


Después de estos dos años y medio en la familia Ladies Latinas, les dejo en pocas palabras lo que es el baile para mí:

El baile es el espacio donde me conecto con mi esencia y supero las barreras personales (que sólo existen en tu mente, en la mayoría de los casos). Es el lugar donde conozco a personas con trayectorias de vida tan diferentes y tan enriquecedoras que te hacen cuestionar de una manera inteligente sobre tu vida, es el lugar donde aprendo que la disciplina, la entrega y la pasión pueden llevarte a grandes logros, es el lugar donde conocí a maravillosas maestras y amigas que después de mucho tiempo me reconocieron como Xime y no como una alumna más en la muchedumbre, donde creyeron en mí cuando ni yo creía en mí y me hicieron sentir capaz de ir por mis sueños. Es el lugar donde conocí a mis hermanas/compañeras de baile, donde cada una - con su propia historia - me enseñó una lección de vida. Es el espacio donde desarrollé y sigo desarrollando una gran inteligencia emocional y no sólo en el baile, sino en mi vida de todos los días…

El baile es mi compañero de vida más leal y auténtico: el amor de mi vida…


¡Gracias familia Ladies Latinas y gracias D1 por inculcarme tanto…a cada uno de mis profesores y compañeras que me han permitido crecer como persona y bailarina!




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