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Aprender a quererme a traves del baile

  • Lorena Dellepiane
  • 21 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

La primera vez que escuché “baila con actitud”, fue cuando tenía 12 años. Era de día, tomaba clases por la mañana y estaba de vacaciones de colegio. Recuerdo el momento, las personas a mi alrededor, la coreografía. Volteé a mirar a las otras chicas; no éramos más de 10. Dos brillaron, me inspiraron. Era mi turno y las personas se aglomeraban para el cambio de clase en la puerta. Me miré en el espejo, ‘¿qué pensarán de mí cuando salga a bailar?’


​Casi trece años después, regreso a ese momento. Lo marco en mi vida. Miro a mi yo de 12 años, preocupada, nerviosa, en un ambiente desconocido, probando algo nuevo, pensando en, ‘¿lo haré bien?’ ‘¿Les gustará?’ Me detengo y me miro hoy. Sonrío. Me miro y me reconozco. Y es que el baile, para mí, ha sido más que aprenderme coreografías, que mejorar mi técnica o que saber entrar al on2. Ha sido un camino de aprendizaje interno; de verme en el espejo y realmente quererme. Eso me lo ha dado el baile y por siempre estaré agradecida.


​El mundo siempre va a querer que tú busques agradarle. Va a querer amoldarte a sus expectativas, a sus exigencias, a lo que ‘se ve bien’. Esto es aún más exagerado por la sociedad en la que vivimos, donde la mujer (aunque hubo mucho progreso en los últimos años) aún debe ‘comportarse’, debe ser recatada, no debe mostrar mucho y en la gran mayoría de casos, no es tomada en serio. Esta semana pude escuchar muchos testimonios de amigas, bailarinas, que de alguna u otra manera se sintieron feas, no queridas o menospreciadas, y me hizo pensar en las veces en las que yo también me he sentido así. Me hizo pensar que pueden volver a darse momentos en los que yo me sienta así. He decidido que no dejaré que eso suceda.

​Más de una década después, dejo de ser esa niña nerviosa por el qué dirán cuando me paro frente a un espejo. Aprendo a mirarme, a entender mi cuerpo, a admirar mi progreso, mi fuerza, mi capacidad. Aprendo a pararme, a no bajar la cabeza por nada. Aprendo, mejoro, entiendo. Pisar fuerte en un salón de clases me hace pisar fuerte cuando salgo a la calle, cuando me enfrento a la vida, porque pisar fuerte en un salón de clases me hace entender lo que valgo y lo que merezco. Ver a chicas como yo que buscan lo mismo, que no necesitan de alguien más para sentirse completas, que no necesitan más que de sí mismas, me inspira y me empodera. Regreso a la frase de mi profesor de los 12 años y lo entiendo. Bailar con actitud no es mover más el pelo, no es enseñar más piel, no es meter más cadera. Bailar con actitud es bailar entendiéndote, es bailar queriéndote y es bailar demostrando que tú puedes. Ese es el baile que yo quiero seguir bailando. Sé que tengo mucho más que aprender y mejorar, pero no bajo la cabeza frente a mis errores. Los interiorizo y los acepto. El no bajar la cabeza en el salón de clases, me ha ayudado a no bajar la cabeza cuando estoy fuera de él, y es así como quiero llevar por siempre mi vida.


 
 
 

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