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Una bailarina frustrada en camino de no serlo

“Ya no soy tan jovencita, no tengo tanto tiempo, soy mamá, trabajo en horario de oficina, no tengo tanto presupuesto, me voy a endeudar, ¿qué dirá mi familia, Rafaella me entenderá? …Son algunos de los miles de pensamientos que rondaban por mi cabeza cada vez que soñaba y planeaba estudiar lo que siempre había querido: el baile.

Desde que tengo uso de razón, siempre he querido bailar. De niña, cuando veía los videos de Britney Spears, que era mi cantante preferida, casi no la veía a ella sino a los bailarines que la acompañaban, me alucinaba uno de ellos, y me ponía a bailar tratando de imitar sus pasos. Con el pasar de los años, me convencía más y más que de grande quería ser bailarina.

En mi niñez y adolescencia no me perdía ninguna presentación de baile que organizaba mi colegio, así tuviera que quedarme a ensayar después de clases.

Aparte del baile, siempre me ha encantado hacer deporte, primero atletismo, luego natación y vóley. Creo que el lado deportista me viene por el lado de mi papá, y el de bailarina, obviamente por mi mamá.

Pero llegó el momento de elegir una carrera y mi papá me hizo la gran pregunta: ¿qué vas a estudiar? Con un poco de miedo le dije que quería ser bailarina, pero me respondió que eso no era una carrera y que eligiera algo de verdad, donde tenga un futuro asegurado. ¿Se sienten identificadas? A mí también me pasó lo mismo, así que como me gustaba mucho las matemáticas y dibujar, al ojo escogí Arquitectura. Sólo me duró un ciclo, apenas acabó le dije a mi papá que esa carrera no era para mí. Después de estar castigada todo un mes, justo en las vacaciones de julio, me dio otra oportunidad y terminé estudiando Comunicación y Periodismo.

Me gustó mucho la carrera, pero en el segundo ciclo, quedé embarazada y tuve que hacer una pausa en los estudios, ya que mi periodo de embarazo no fue el más lindo. Prácticamente paraba con mi bolsita todo el día, con dolores de cabeza espantosos y lo único que quería era dormir. Tan solo tenía 19 años y sentía que el mundo se me venía encima, que no tenía posibilidad de cumplir mi sueño. Cada vez lo veía más lejano… Pero igual consideraba y considero a mi hija un regalo de Dios, si fue o no el momento oportuno, sólo lo sabrá él.

Cuando mi hija tuvo casi un año, empecé a trabajar en KFC, luego retomé mis estudios y pude seguir pagándolos ya que ingresé a laborar en el banco. Me sentía más tranquila porque tenía la posibilidad de convertirme en una profesional y brindarle mejor calidad de vida a mi gordita.

Sinceramente, fueron años difíciles, ya que la veía muy poco a Rafaella. Trabajaba en horario de oficina y por las noches estudiaba. Llegaba a casi a la 1 de la mañana y ahí no terminaba el día, tenía que hacer mis tareas, ver las cosas de Rafi y prepararme para el día siguiente. Hasta que llegó el momento de mi graduación y fue uno de los momentos más emotivos de mi vida. Yo tenía el peso de haber decepcionado a mis padres y que tenía retribuirles aunque sea un 1% de todo lo que me han brindado en la vida. Fue, wow, una montaña rusa de emociones el saber que estaban orgullosos de mí. Pero a pesar de haber logrado una meta, aún había un gran vacío en mi vida. Siempre en mi subconsciente estaba el bailar, bailar, y bailar.

Así que al tener un poco más de tiempo quería estudiar otra carrera. Ya estaba a punto de pagar mi matrícula para empezar la universidad hasta que de tanto reflexionar me dije, ¿por qué invierto tanto en algo que no me gusta, que siento que solo lo hago por dar gusto a los demás? ¿Pensar que por tener más cartones voy a ser más feliz? No, esta vez no. ¿Y si me meto a una escuela de baile? ¿Aún estoy a tiempo o ya es muy tarde? Tengo 27 años, quizá ya se me pasó el tren. Había muchas voces en mi cabeza, no sabía a cuál hacerle caso, no podía tomar una decisión.

¿Cuándo me decidí a dar el primer paso? Fue gracias a una amiga muy querida, Shairé. Cada vez que la veía me elogiaba que bailaba muy lindo, pero yo no me la creía. Hasta que en una fiesta me habló muy firme y me dijo que no podía desperdiciar mi talento, que aprovechara lo que la vida me regalaba. Trataba de convencerme de estudiar baile y recuerdo que le respondí que tenía una hija y no podría arriesgarme a apostar por algo que no me aseguraba un futuro prometedor. Ella, muy segura, me argumentó que podía ser bailarina, luego enseñar, dar clases, hasta llegar a tener una escuela y hacer negocio de lo que me gusta.

Es así como me matriculé en una escuela de baile. Aprendí a bailar salsa y bachata en pareja. Recuerdo que en mi primera clase estaba muy nerviosa, pero a la vez emocionada. Apenas empezó la música y marcábamos los pasos, sentía que al fin estaba en el lugar indicado. Mi primer profesor fue Ruggé Lazo, al cual quiero muchísimo y me mostró una parte del gran mundo de la danza. Él formó un elenco y fuimos al Trujillo Latin Fest. La experiencia fue inolvidable. Ver en vivo y en directo a bailarines profesionales moverse como dioses en la pista de baile me dejó boquiabierta. Moría de nervios al salir a bailar con mi grupo, comparada a los demás, me sentía en pre-kinder del baile.

Pero lo que más me llamó la atención fue un grupo de chicas, con un estilo de baile diferente, con mucho sabor para la salsa y drama para la bachata. Dije wow, ¿quienes son ellas? Eran las Ladies Latinas.

Obviamente tuve que stalkearlas, saber de dónde eran, dónde quedaba la escuela, el horario de las clases, costos, etc. Pero aún no me animaba a dejar la escuela en donde estaba para dar un gran cambio.

De pronto, vi una publicación en el cual Ladies Latinas lanzaba un Programa Anual de formación en Ritmos Latinos. Me leí todo el PDF y recuerdo que se tenía que enviar un correo explicando el motivo por el cuál considerabas ingresar a dicho programa. No sé cuántas veces reenvié ese correo desde mi bandeja personal y la de mi trabajo, porque no me llegaba respuesta alguna. Pero insistí muchas veces porque era la oportunidad perfecta para formarme, tenía todo el paquete completo en un solo lugar.

El programa anual empezó en agosto del 2019, y no recuerdo momento alguno en el cual me haya arrepentido de haberme matriculado. Ojo, no es nada fácil, es muy retador, jamás me iba a imaginar en una clase de ballet, sobre todo que le tengo un terror a los giros, con tan solo darme una vuelta ya estaba mareada, pero cada clase es un reto. He llorado, me he sentido frustrada, he terminado muy cansada, sacrificando horas de sueño, vida social, el tener menos tiempo para compartir con mi hija y con mi familia, pero me siento feliz.

Sé que muchas personas no pueden entender a las personas que quieren o se dedican a un arte, solo las admiran cuando ya son exitosos, más no en el proceso. Y créanme que ahora que estoy en un camino de formación, puedo entenderlo. Muchos pueden juzgarme por apasionarme tanto e invertir horas y dinero en este arte, pero es mi felicidad. Si yo estoy feliz, puedo transmitir ese sentimiento a mi hija y a los que están a mi alrededor. Si no estuviera haciendo lo que realmente me gusta, creo que andaría muy enojada y vacía. Mi vida ha dado un gran giro, no veo la hora de estar en una competencia, de dar clases, formar mi propia empresa y llevar el arte por el mundo. Nunca dejaré de soñar, por más que muchas veces intenten bajarme de mi nube. Solo me queda agradecer a mi familia, que siempre me ha apoyado con mi hija, si no fuera por ellos, no podría estar cumpliendo mis sueños, aunque igual creen que estoy media loca, jajaja. A mi mamá, por ser tan comprensiva y creer en mí, a mi novio por ser mi fan número uno y mi cómplice en esta aventura, a todos mis profesores por la paciencia para enseñarme con mucho amor, a mis amigos por darme fuerzas y inspirarme para seguir y a mi pequeña Rafaella, por ser tan comprensiva a pesar de tener 8 añitos, creo que ella está feliz de verme bailar, muchas veces la he descubierto viendo mis videos bailando y le gusta que la lleve a mis clases. Solo me queda recomendarles, que el sueño que elija, nunca lo abandonen.

Antes decía que era una bailarina frustrada, así suene un poco feo, pero ahora estoy en camino de no serlo.


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