Bailando ansiosa
- “Dime tu nombre y por qué estás aquí” – la profe de turno, con una voz amable, le dijo a la primera de la fila. Pude percibir cómo se me empezaba a manifestar el ataque. Sentía cómo se me llenaban de lágrimas los ojos y me temblaba el cuerpo. No podía respirar. Iba a quedar como una loca frente a toda esa gente nueva. Quería morirme. ¿Para qué vine? La chica a mi lado, con una inmensa sonrisa, narró como la danza le había cambiado la vida. La profesora asintió complacida y giró hacia mí. Yo no tenía una historia como esa. - “Soy Caro…y no sé qué hago acá.” Prácticamente escupí la oración. La voz no se me quebró de milagro. Silencio. El resto de las chicas comenzó a reírse amablemente. No pensaban que hablaba en serio. Toda la clase fue coreográfica; decir que pude seguir 3 pasos sería darme demasiado crédito. Las secuelas del ataque de ansiedad me persiguieron durante toda la clase. Estaba molesta conmigo-misma. Se suponía que esa hora debía ser una experiencia positiva; un nuevo comienzo. Acababa de regresar a Perú después de vivir tres años afuera y no encontraba nada que me convenciera de quedarme más allá de la comida. Todo lo malo seguía igual: los prejuicios, el machismo, la homofobia. Mis amigos habían crecido muchísimo personalmente; pero muchos seguían riéndose de cosas que yo ya había aprendido a no tolerar. Me sentía inmensamente sola, desubicada y vulnerable.
Entré a Instagram y vi a una amiga del cole bailando salsa; no hablaba con ella hacía años. Recuerdo que se le veía súper contenta. Siempre me gustó bailar y estaba segura de podía defenderme. Obviamente no era bailarina profesional, pero soy músico y aprendo rápido. Le pregunté por el Studio y llegué a Ladies. Entré a la clase con cierto nerviosismo. Debía bailar y ya. Todo estaba bien. No tendría que hablar de mi persona o mis inseguridades, no tendría que decir cómo odiaba este país, ni lo perdida que estaba con respecto a todo en la vida. - Dime tu nombre y por qué estás aquí – Carajo. Salí de la clase prácticamente llorando. La chica del counter me miró preocupada. Le pregunté si todas las clases eran coreográficas y me dijo que sí; agregó que no me preocupe porque al principio es así, que me acostumbraría. La pobre estaba tratando de calmarme…y yo solo podía pensar que ya había pagado toda la semana de clases. Que tenía que volver. Respire. Una y otra vez. Me vestí y pedí el taxi al día siguiente. No iba a dejar que la ansiedad me construyera un miedo alrededor de bailar. Ya le tengo miedo a demasiadas cosas. Fui preparada para contestar la pregunta del por qué estás aquí. LITERALMENTE ENSAYÉ. …y de pronto: - Dime tu nombre y lo que desayunaste hoy – la profe nos miraba atentamente - Soy Caro…y no desayuné –
Fallando en la vida.
…o sea, no les iba a explicar que no desayuné porque tenía miedo de que la ansiedad me hiciera vomitar. Todo mal. Nuevamente estuve completamente perdida en la clase. Mi memoria de pollo era grave. Al final de la clase nos hacían a bailar en grupos pequeños, de cuatro o cinco…y todas las chicas se filmaban. Yo solo podía pensar en cómo mi presencia de NOOB les iba a arruinar el video; en cómo al trasladarme en los giros, si no lo hacía a tiempo, existía la posibilidad de que la chica que estaba a mi costado se chocara conmigo y se fuera de cara al suelo por mi culpa. Hubo una clase en particular donde una profesora me retó porque siempre bailaba en una esquina. Tampoco podía explicarle que lo hacía porque estaba cerca al baño (para huir si me comenzaba un ataque), lejos de los parlantes (porque me zumban los oídos) y en una ubicación en donde si bailo mal, no le arruino el video o la coreo a nadie. Como verán nada de lo que hago es porque sí. La profesora me obligó a bailar al medio en un grupo de tres. Me dijo que no podría seguir en la esquina para siempre; que tenía que animarme a estar en medio del encuadre. Sé que solo trataba de ayudarme. En teoría suena lindo. ¿Qué, pasó? Me congelé: no pude hacer la coreografía. Sentía el inicio del ataque de nuevo: las lágrimas involuntarias. La música paró y acabó la clase; me fui a quitar los zapatos. Molesta conmigo-misma. No quería mirar a nadie a los ojos. Se sentía un silencio extraño. Es un baile; no tendría por qué afectarme tanto. Pero lo hace, y no puedo controlarlo. Y me importa. Y quiero hacerlo bien. Y me frustra.
Una de las chicas del salón me habló; me enseñó a hacer un paso que no me salía. Lo grabó conmigo para ayudarme. Otra me hizo el habla, y se sorprendió cuando le seguí la conversación. Me gusta hablar, el problema es que, aparentemente, tengo cara de que le voy a tirar un puñete a alguien. Así que, para hacer amigos en lugares nuevos, debo ser yo la que comienza a hablar. En Ladies había estaba demasiado ocupada lidiando con mi ansiedad como para hacer amigas. Traté de hacerme a la idea de que no importaba tanto, de que nadie me haría sentir mal si lloraba como una loca en la clase. Era difícil, pero no quería decepcionar a mis profesoras. Quería intentar. Quería llegar y mirarme en el espejo y no seguir a nadie más, y mentir en los pasos si no me salían y que no me importara. Estaba decidida a que ese lunes iba a llegar a darlo todo, como sea, con o sin ansiedad.
Iniciaba el fin de semana. Al día siguiente se anunció la cuarentena. Por Satán; no me ligaba una. UNA.
Ladies comenzó a hacer en vivos por Instagram, y comencé a seguirlos. Me animé a grabarme un par de veces, pensando en esa promesa de salir de la esquina. Lo subí a redes. Automáticamente una persona con la que comparto proyectos me hizo un comentario despectivo. No quise subir nada nunca más. Me sentí idiota y ridiculizada.
Comenzaron las clases de Ladies por Zoom y las hacía religiosamente. No tenía que prender la cámara si no quería. Bailaba lo que se me ocurría, mirándome en el espejo, hasta que comencé a notar que podía seguir los pasos…y memorizarlos. Tuve varios ataques en cámara, y me vi en la necesidad de hacerme la idiota, sonriéndole a la profesora: es más sencillo y menos problemático que explicar lo que implica un ataque y los disparadores de los mismos. Es difícil entender lo que siente alguien con ansiedad cuando no la tienes. La verdad es que odio ser el centro de atención; admiro tremendamente a las personas que pueden ponerse bajo un cañón de luz y hacer lo suyo. Admiro tremendamente a la gente que ama grabarse y que la vean, sean o no excelentes en lo que hacen. Yo prefiero estar a 6 metros del centro focal. Por eso soy corista y no vocalista principal; por eso soy animadora y no actriz, por eso soy guionista y no poeta de micrófono abierto. Entiendo que me muero de miedo. Entiendo que es un miedo irracional. Pero allí está. Cada vez menos, pero está.
Sería irreal decir que no he mejorado. Sé que sí. Me gustan las clases virtuales. Me gusta saber que no puedo tropezarme con nadie, que puedo ir al baño sin que las chicas se percaten si me inicia un episodio. Pero en mi mente quedó esa interrogante: ¿Realmente hubiera podido bailar dándolo todo en el studio? ¿Hubiera seguido bailando, con o sin ataque a partir de ese lunes? ¿Hubiera salido de la esquina? Quiero creer que sí.
Hace unos días la dueña de Ladies me pidió grabar un video para los posts del Instagram “como tributo del Studio porque he mejorado mucho”. Sé que ella lo ve como un premio y no imagina que para mí es una razón de ataque cardiaco. Un disparador de ansiedad. Un peso. Un… ¿y si lo hago mal? ¿y si se ríen de mí? ¿y si otra vez me lanzan comentarios despectivos? Dije que sí…porque soy un poco masoquista. Y porque quiero comenzar a creer que merezco estar en medio del encuadre. Cagándome de miedo, sí. Pero en el medio.